En primer lugar, es muy recomendable controlar visualmente el sensor de presión de combustible, es decir, el cuerpo metálico del sensor (presencia de bultos, grietas o cualquier golpe que podría haberlo dañado), el conector (presencia de conexiones aflojadas, cables fundidos, con fisuras u oxidados) y su cableado (que no esté dañado ni roto).
En segundo lugar, se puede comprobar el buen funcionamiento del sensor con un manómetro. Al tomar la medida, la presión deberá indicar un valor comprendido entre 1.300 y 2.500 bares para un motor diésel, y entre 250 y 500 bares para un motor de gasolina.
Si los tests anteriores no son concluyentes, es probable que se vea obligado a sustituir el sensor de presión de combustible de su vehículo.