En un entorno caracterizado tanto por la profusión de innovaciones tecnológicas como por las incertidumbres ligadas a las normativas consiguientes, la integración de la inteligencia artificial en los vehículos se ha convertido en un movimiento estructural, y todavía incipiente. Sin embargo, sigue planteando muchos interrogantes, por lo que merece la pena echar un vistazo a la situación a finales de 2023.
El tema de los coches autónomos sale regularmente a la palestra, trayendo consigo un cúmulo de prejuicios más o menos arraigados en la realidad, y que se deben en gran medida a la presencia recurrente de este tema en la ciencia ficción. Sin embargo, no cabe duda de que la investigación avanza rápidamente; al fin y al cabo, siendo la IA (inteligencia artificial) la piedra angular del coche autónomo, y teniendo en cuenta los progresos realizados en pocos meses por una herramienta como ChatGPT, ¿no parece más plausible que nunca que estemos a las puertas de una auténtica revolución en nuestras carreteras?
Sin embargo, antes de intentar responder a esta pregunta, conviene recordar brevemente que existen diferentes niveles de autonomía, que se han clasificado del siguiente modo:
Hasta hace poco, en Francia sólo se aceptaba legalmente la conducción autónoma de nivel 2, pero ahora también se permiten en nuestras carreteras los coches equipados con sistemas de nivel 3. Sin embargo, en la práctica, este nivel de conducción autónoma sólo puede contemplarse actualmente en condiciones específicas, sobre todo en carreteras con carriles separados, con tiempo despejado, sin ciclistas ni peatones y con un límite máximo de velocidad de 60 km/h. En otras palabras, la conducción «manos libres» sólo será posible en vías anchas como autopistas y/o circunvalaciones cuando estén congestionadas. Al mismo tiempo, los fabricantes están aumentando el número de pruebas en carretera para poner a punto los vehículos autónomos de nivel 3 por incrementos, antes de pasar a la siguiente fase lógica. En efecto, aunque el nivel 4 implica costes muy importantes para garantizar la seguridad de los usuarios de la carretera en todas las condiciones de circulación -incluso en pleno centro de los núcleos urbanos-, la aparición de vehículos de este tipo es sólo cuestión de tiempo.
Seamos claros: la inteligencia artificial (IA) ya está ampliamente implantada en los coches modernos para mejorar la seguridad de la conducción, incluidos sistemas que analizan los signos de fatiga del conductor, aplicaciones de telefonía móvil que recompensan con ventajas a los conductores más cuidadosos y vehículos «conectados» capaces de comunicarse tanto entre sí como con la infraestructura vial.
Dicho esto, la IA está todavía en pañales, y su aplicación en la industria del automóvil puede describirse mejor como en fase embrionaria. Los accidentes que registran regularmente los vehículos de nivel 2 -o 2+- así lo atestiguan, por desgracia, como el ocurrido el 24 de noviembre de 2022, en San Francisco, cuando un vehículo autónomo provocó una colisión en cadena tras frenar repentinamente en la autopista sin motivo aparente. También hubo una ocasión en la que la IA percibió el remolque blanco de un camión, iluminado por el sol poniente, como parte del cielo, y por lo tanto no activó el frenado automático, estrellándose finalmente el coche contra el obstáculo.
Esto plantea muchos interrogantes sobre el grado de autonomía que debe concederse al sistema de conducción y, a la inversa, sobre la responsabilidad jurídica que incumbe al conductor -o incluso al fabricante- en caso de accidente. De hecho, por muy inteligente que sea un robot, todavía no es capaz de rellenar un parte de accidente… y si hay lesiones corporales, ¿no existe el riesgo sistemático de que el conductor acuse al diseñador del sistema que se supone que debe evitar que tenga un accidente? Además, en aeronáutica existe un concepto tan antiguo como las colinas, si se quiere, pero que el gran público desconoce: se llama «mentalidad de lápida». En la práctica, esto significa reconocer que una parte no desdeñable de los progresos realizados en materia de seguridad aérea se ha logrado gracias al análisis de los accidentes que han enlutado el transporte aéreo a lo largo de los años. Dicho de otro modo, la IA experimentará fallos, a veces con tristes consecuencias, pero así es como podrá mejorar hasta acercarse al Santo Grial del 100% de fiabilidad dentro de unas décadas.
Sea como fuere, el desarrollo gradual del coche autónomo es -y será durante muchos años- una tendencia estructural para todo el sector de la automoción, con una necesidad creciente de sensores de vanguardia. Esto incluye al mercado posventa de la automoción, porque los vehículos, sean autónomos o no (y quizá aún más si lo son), siempre necesitarán un mantenimiento de alta calidad para mantener su nivel de seguridad, tanto activa como pasiva. Así que estaremos ahí para equiparlos con estos diversos sensores y aportar nuestro granito de arena para que esta transición se produzca en las mejores condiciones posibles.
Fuentes: www.tressol-chabrier.com, www.radiofrance.fr, www.phonandroid.com, www.leparisien.fr, www.auto-infos.fr, www.lapresse.ca